Ningún marco temporal más apropiado para recordar a Monseñor Gonzalo Huesa Lope, que estas fechas de Semana Santa, en las que Úbeda se viste de pasión y se impregna con olores de incienso y de primavera naciente. Él fue para muchos de los ubetenses y para la vida religiosa, cultural y docente de nuestra Ciudad un referente desde las aulas, el púlpito o la cátedra de la vida, durante el tiempo que, como Salesiano, estuvo entre nosotros.
Su reciente fallecimiento, precisamente el 8 de Diciembre festividad de la Inmaculada, en su ciudad natal, Ronda, en donde desempeñaba la labor de Párroco de Santa María la Mayor, bellísima iglesia rondeña, en pleno centro monumental, enriquecida por D. Gonzalo con el templete del Corpus, el impresionante retablo del Vía Lucis Mariano, el Misterio de la Encarnación y el Cristo de la Reconciliación, hizo que se reunieran en su funeral dos Obispos, más de treinta sacerdotes e innumerables feligreses, familiares y amigos que abarrotamos el templo, para ofrecer nuestra última plegaria y dar nuestro definitivo adiós al “rondeño universal, al salesiano amigo, al siempre sacerdote, al hombre generoso, detallista, familiar, sorpresivo, desconcertante, creativo, inquieto, trabajador incansable, permanentemente enamorado de Dios, de María Auxiliadora, de los jóvenes, de las personas…, que ha ido dejando su huella por donde ha estado; una huella múltiple y honda, perdurable; ha sido un sembrador de Evangelio, de sueños, de alegría, de ilusiones, de esperanzas, de autoestima, de amistad, de confianza en la Providencia”, palabras literales con las que lo retrató su gran amigo D. Juan Andrés Fuentes, Director durante el Cincuentenario de los Salesianos, el día que lo presentó antes de pronunciar su estupendo Pregón, última vez que estuvo entre nosotros, próximo ya a partir para la Casa del Padre.
Su relación con Úbeda y sus gentes fue intensa y fecunda durante los seis años que estuvo entre nosotros (desde 1963 hasta 1969). Destinado al Colegio Salesiano nada más concluir sus estudios de Filología Románica, confiesa, según manifestó en su Pregón, que le dolió y que se disgustó muchísimo, pues para él Úbeda, más que Córdoba, era una ciudad “lejana y sola”. Después entendió que a Úbeda se llega llorando, pero se la abandona llorando todavía más.
Su reciente fallecimiento, precisamente el 8 de Diciembre festividad de la Inmaculada, en su ciudad natal, Ronda, en donde desempeñaba la labor de Párroco de Santa María la Mayor, bellísima iglesia rondeña, en pleno centro monumental, enriquecida por D. Gonzalo con el templete del Corpus, el impresionante retablo del Vía Lucis Mariano, el Misterio de la Encarnación y el Cristo de la Reconciliación, hizo que se reunieran en su funeral dos Obispos, más de treinta sacerdotes e innumerables feligreses, familiares y amigos que abarrotamos el templo, para ofrecer nuestra última plegaria y dar nuestro definitivo adiós al “rondeño universal, al salesiano amigo, al siempre sacerdote, al hombre generoso, detallista, familiar, sorpresivo, desconcertante, creativo, inquieto, trabajador incansable, permanentemente enamorado de Dios, de María Auxiliadora, de los jóvenes, de las personas…, que ha ido dejando su huella por donde ha estado; una huella múltiple y honda, perdurable; ha sido un sembrador de Evangelio, de sueños, de alegría, de ilusiones, de esperanzas, de autoestima, de amistad, de confianza en la Providencia”, palabras literales con las que lo retrató su gran amigo D. Juan Andrés Fuentes, Director durante el Cincuentenario de los Salesianos, el día que lo presentó antes de pronunciar su estupendo Pregón, última vez que estuvo entre nosotros, próximo ya a partir para la Casa del Padre.
Su relación con Úbeda y sus gentes fue intensa y fecunda durante los seis años que estuvo entre nosotros (desde 1963 hasta 1969). Destinado al Colegio Salesiano nada más concluir sus estudios de Filología Románica, confiesa, según manifestó en su Pregón, que le dolió y que se disgustó muchísimo, pues para él Úbeda, más que Córdoba, era una ciudad “lejana y sola”. Después entendió que a Úbeda se llega llorando, pero se la abandona llorando todavía más.
Encargado por sus superiores de la Asociación de Antiguos Alumnos y de los Cooperadores, fue conocedor de la preocupación de éstos por construir un templo en honor de María Auxiliadora a tono con el Colegio, inaugurado nueve años antes. Empezó a pensar o, como él mismo dice nuevamente en su Pregón, “empecé a soñar en una iglesia amplia, con planta de sector circular, en cuya curva menor se colocarían el presbiterio y el altar mayor, y cuya curva menor cerraría, con cinco puertas de acceso, la entrada al interior…”.Discutida la idea en Junta directiva, decidieron presentarla al arquitecto y… a trabajar para buscar el dinero. Dios proveyó y la obra fue adelante, gracias a la generosidad de los ubetenses, pues llovieron los donativos y hubo grandes aportaciones. Este fue uno de sus grandes logros.
La creación de la Hermandad del Cristo de la Noche Obscura, fue otro logro, compartido por un grupo de intrépidos Antiguos Alumnos y amigos de los Salesianos, que se plantearon esta pregunta: ¿Por qué no crear una Cofradía, cuya única finalidad fuera la de conservar el ejercicio público del Vía crucis, cada Martes Santo, por las calles de la Ciudad? Se contestó que sí y se fue perfilando, con ideas y opiniones de aquellos fundadores, cómo debía ser tal Cofradía: una Hermandad algo especial; no se podía intentar ni competir, ni emular, ni dañar a ninguna de las Hermandades ya existentes en la Ciudad; había que salvar el Vía Crucis popular, asegurar la participación, decidir qué Cristo se llevaría y cómo portarlo para que todos lo vieran; qué tipo de túnica convenía a los Hermanos… Una cosa quedó clara: la creación de la Hermandad estaba decidida.
La creación de la Hermandad del Cristo de la Noche Obscura, fue otro logro, compartido por un grupo de intrépidos Antiguos Alumnos y amigos de los Salesianos, que se plantearon esta pregunta: ¿Por qué no crear una Cofradía, cuya única finalidad fuera la de conservar el ejercicio público del Vía crucis, cada Martes Santo, por las calles de la Ciudad? Se contestó que sí y se fue perfilando, con ideas y opiniones de aquellos fundadores, cómo debía ser tal Cofradía: una Hermandad algo especial; no se podía intentar ni competir, ni emular, ni dañar a ninguna de las Hermandades ya existentes en la Ciudad; había que salvar el Vía Crucis popular, asegurar la participación, decidir qué Cristo se llevaría y cómo portarlo para que todos lo vieran; qué tipo de túnica convenía a los Hermanos… Una cosa quedó clara: la creación de la Hermandad estaba decidida.
La ejecución del Cristo de la Noche Obscura adquirió caracteres de difícil odisea. A la hora de buscar escultor, el acuerdo fue unánime: lo tenía que tallar Palma Burgos; pero Palma Burgos había colgado las gubias y se había dedicado sólo a la pintura, además se había marchado a Italia. El trabajo de localizarlo, de hacerlo venir de nuevo a España, de argumentarle y de convencerlo fue mérito exclusivo de Andrés Fuentes Garayalde. Visitado en Málaga el escultor, D. Gonzalo le explicó cómo querían fuera el Cristo. Transcribo sus palabras, tomadas del Pregón del Cincuentenario: “No queremos un Cristo cualquiera. Queremos un Cristo que, visto de frente sea el Cristo de Velázquez. Y visto desde los balcones, porque es un Cristo procesionable, se vea descoyuntado y caído hacia delante, como el Cristo de San Juan de la Cruz interpretado por Dalí. Caído a plomo, como queda una golondrina muerta cuando se coge por la punta de las alas. Así de sencillo”. Una vez terminado en un taller improvisado en el Colegio Salesiano, Palma Burgos le dijo: “D. Gonzalo, hemos hecho un buen trabajo. Fíjese bien. De frente, el Cristo de Velázquez, pero con más dramatismo. Desde arriba, el de S. Juan de la Cruz…¡¡D. Gonzalo, quien quiera verle la cara, tendrá que ponerse de rodillas!!.” En la Semana Santa de 1966, la Hermandad hizo su primer desfile procesional. Tras abandonar Úbeda, D. Gonzalo ha vuelto en diversas ocasiones para participar y dirigir el Vía Crucis de sus amores.
También fue D. Gonzalo pionero, junto a D. Manuel Fernández Peña, en la creación de un Centro Juvenil de la Asociación de Antiguos Alumnos Salesianos en el edificio de la Cultural, abriendo así la acción salesiana al trabajo con jóvenes no inscritos en el Colegio. La primera actividad que se creó fue la del teatro y así fundó el TES de Úbeda con un grupo de inolvidables jóvenes aficionados entre los que cabe destacar a Antonio Castillo, Manolo Piña, Gregorina Fuentes, Conchita Ortega, Alfonso Bordés, Rosarito y Juan Ramón Martínez Elvira, a los que nos unimos después antiguos y nuevos aficionados al teatro, que engrosaron el número de socios del TES. La actividad teatral sirvió de gancho para montar el resto de actividades que se desarrollaban en la Cultural: Coloquios de Educación, Escuela de Idiomas, Cursos de Administrativo, Conferencias Quincenales, Tertulias de Arte…
Creemos que estas pinceladas sobre la vida de D. Gonzalo entre los ubetenses, refuerzan los calificativos que enumeramos al principio de este artículo. Si D. Gonzalo hizo mucho por Úbeda, Úbeda le debe también un gran reconocimiento a D. Gonzalo. Queremos que nuestro escrito sea una modesta aportación a este reconocimiento. Y para concluir no me resisto a transcribir el “testamento espiritual”, breve y sencillo, a la vez que profundamente cristiano, que leyó el día de su funeral D. Antonio Jesús Carrasco, Párroco de Arriate y Capellán del Hospital de Ronda y que dice así:
Jueves, 20 de Noviembre de 2008, 13´15 horas, y me dice: “Antoñito, hijo mío, coge un papel y escribe lo que te diré, y léelo tú el día de mi entierro para despedirme de esta manera”:
Jesús Amigo, si me quieres aquí estoy, como siempre. Te doy gracias Señor por todos los bienes que me has dado en vida y por los que me darás ahora en la muerte.
Doy gracias a mi familia por la educación y el cariño que me han dado. Doy gracias a los amigos por haberme sabido querer, aun contando con mis defectos.
Pido perdón a Dios por lo que le he ofendido y por lo que le he olvidado. Pido perdón a mis hermanos de sangre por la cantidad de disgustos que les he proporcionado.
Pido perdón a mis amigos y antiguos alumnos por el trato que, a veces, les dispensé y por los escándalos y malos ratos que les haya podido dar.
A todos los amigos, feligreses y hermanos de hermandades que tanto me han ayudado, mi cariño, mi recuerdo y la promesa de pedir por ellos ante Dios.
A todos aquellos a los que hubiera podido ofender les pido perdón, haciéndoles constar que muchas veces les he podido hacer llorar por aquello de que bien los he querido.
No lloréis porque me voy. Soy feliz al saber que me espera mi Amigo Jesús y que dejo aquí tantos amigos como sois vosotros, hasta que Dios quiera.
Un abrazo, Gonzalo Huesa Lope.
Concluir por mi parte, que es tan amplio el “currículum” de D. Gonzalo, tal vez no conocido en su totalidad porque sólo estuvo unos pocos años de su vida entre nosotros, que no voy a explicitarlo en estas líneas; pero sí destacar de él, una vez más, lo que dijo D. Juan Fuentes en su presentación: “Esta es la grandeza del que ha llegado a reconocerse en público como pobre hombre, humilde cura, modesto profesor.”
Jueves, 20 de Noviembre de 2008, 13´15 horas, y me dice: “Antoñito, hijo mío, coge un papel y escribe lo que te diré, y léelo tú el día de mi entierro para despedirme de esta manera”:
Jesús Amigo, si me quieres aquí estoy, como siempre. Te doy gracias Señor por todos los bienes que me has dado en vida y por los que me darás ahora en la muerte.
Doy gracias a mi familia por la educación y el cariño que me han dado. Doy gracias a los amigos por haberme sabido querer, aun contando con mis defectos.
Pido perdón a Dios por lo que le he ofendido y por lo que le he olvidado. Pido perdón a mis hermanos de sangre por la cantidad de disgustos que les he proporcionado.
Pido perdón a mis amigos y antiguos alumnos por el trato que, a veces, les dispensé y por los escándalos y malos ratos que les haya podido dar.
A todos los amigos, feligreses y hermanos de hermandades que tanto me han ayudado, mi cariño, mi recuerdo y la promesa de pedir por ellos ante Dios.
A todos aquellos a los que hubiera podido ofender les pido perdón, haciéndoles constar que muchas veces les he podido hacer llorar por aquello de que bien los he querido.
No lloréis porque me voy. Soy feliz al saber que me espera mi Amigo Jesús y que dejo aquí tantos amigos como sois vosotros, hasta que Dios quiera.
Un abrazo, Gonzalo Huesa Lope.
Concluir por mi parte, que es tan amplio el “currículum” de D. Gonzalo, tal vez no conocido en su totalidad porque sólo estuvo unos pocos años de su vida entre nosotros, que no voy a explicitarlo en estas líneas; pero sí destacar de él, una vez más, lo que dijo D. Juan Fuentes en su presentación: “Esta es la grandeza del que ha llegado a reconocerse en público como pobre hombre, humilde cura, modesto profesor.”
Y yo añado y ha sido honrado en vida con los títulos de Hijo Predilecto de Ronda y Prelado Doméstico de Su Santidad, de ahí su consideración de “Monseñor”, con la que lo hemos nombrado al comienzo de nuestro artículo.
Descanse en paz.
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