3.- Saeta a la cruz
Las
gradas del presbiterio se han convertido por un momento en figurado balcón semanasantero. Los fotógrafos aprovechan
la ventaja de la elevación mientras el saetero proclama su oración musical condesada
en unos pocos versos. La necesidad de recoger su voz para la posterioridad
impone la presencia del micrófono. La del cantaor es una ofrenda, como lo es el
centro floral que permanece a los pies de la mesa del altar, pero en este caso
hecha desde las entrañas. De ahí sale en verdad la fuerza telúrica de la voz
que glosa la grandeza del madero y su condición de llave del paraíso. Hace
falta tener una comprensión muy profunda del misterio que se esconde bajo lo
visible para poder expresarlo tan bien en la aparente sencillez de una tonada.
El saetero ve como el crucificado pasa delante de él y su voz hace un quiebro
que quiere ser una caricia…
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