12.- Capataz
El
crucificado se asoma de nuevo a la basílica y el hombre que lo mira de frente
se prepara para cuadrar el cortejo, cambiar la escuadra y conducirla con
solemnidad por la estrechez del pasillo lateral. Su cerebro almacena
información de cada centímetro del recorrido. Lo ha repasado muchas veces, pero
nunca son demasiadas. Sabe que pronto el crucificado será elevado y él será su
punto de apoyo y teme una mala pasada del pavimento de mármol. Claro que nada
de esto es evidente, él está para dar confianza y seguridad a unas escuadras
que se suceden en distancias muy cortas.
Sabe que está entre gente que conoce el percal, pero... Cuida de que los
movimientos sean medidos, los ademanes calmados y la voz suene queda; aunque,
como la procesión va también por dentro, el corazón vaya a ritmo de toque
ligero.
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